Entrevista a Gonzalo Moure

Entrevista a Gonzalo Moure

Amante de la literatura y de la vida, Gonzalo Moure (Valencia, 1951) asegura que, al igual que cuando era niño, sigue leyendo usando el criterio de la emoción y del descubrimiento.

Después de haber participado en la última charla del Club de Lectura de Figueras, donde se habló de su libro "El beso del Sáhara" y, sobre todo, de literatura, Gonzalo Moure ha accedido a responder a nuestras preguntas.

Quefemos: "Para viajar lejos, no hay mejor nave que un libro" ¿está de acuerdo?

Gonzalo Moure: Y para viajar más hondo… El escritor no es más que un buscador. Buscamos lo excepcional, en todas sus vertientes, para llevárselo a los lectores. ¿Y de dónde nace esa necesidad? De haber sido antes niños, jóvenes, y por fin adultos. Y en ese camino los libros nos llevaban a esos lugares, a veces los más cercanos, y nos permitieron entender el mundo de una manera mucho más rica y compleja. Y cuando llega el momento, todos nos hemos dicho: ¿Y no veo yo cosas nuevas en lo que me rodea, aspectos en los que antes no se había fijado nadie? Ese es el sentido del verdadero viaje, el que nos lleva a lo que nos queda por descubrir, las infinitas combinaciones del alma humana.

QF: ¿Estamos en un buen momento para la literatura infantil y juvenil?

GM: No, y tenemos que ser sinceros. Estamos estancados, y se puede decir que en nuestro país se hizo mejor literatura infantil y juvenil en las décadas de los 80 y los 90 que ahora. En aquel entonces los autores exploraban nuevos caminos, dejaban de lado la moraleja y la literatura bonsaizada, y se lanzaban a la aventura. Pero ni la crítica ni en general la sociedad supieron valorar este esfuerzo, y la LIJ caminó en las sombras. Con el reconocimiento de sus lectores, por fortuna, pero sin un lugar visible. Eso ha ido haciendo que se perdiera la fe, y aunque aún se hace buena literatura ha perdido la frescura, nos repetimos y no sabemos cómo salir del círculo. Eso sí, insisto, las ventas son mayores que nunca, los niños y jóvenes también están en records estadísticos de lectura, pero necesitamos que algo suceda para encontrar nuevos caminos. 

QF: Al igual que ocurre con la música o el cine, ¿acaban los grandes títulos de editoriales importantes con obras más modestas pero de igual/mayor calidad?

GM: No, creo que eso ha sucedido siempre, en todos los géneros, pero nunca ha supuesto el silencio de los verdaderos creadores. ¿Quiénes son estos? Bueno, los que escriben con  la única voluntad de buscarse a sí mismos al buscar en el mundo, los que escriben "por", y no "para".

                                                                         

QF: ¿Existe la fórmula mágica para crear una buena historia?

GM: No hay recetas, pero sí principios. Las recetas son más bien para los best-sellers, y existen, por supuesto, mientras que los principios son los de la verdadera búsqueda. Ningún libro es en realidad una creación, sino más bien una recreación. En realidad la literatura es una recombinación de la vida, una reconstrucción posible, una mirada utópica, pero posible (o imposible, o mágica).

QF: ¿Se fomenta lo suficiente la lectura hoy en día? ¿Cumple la escuela el papel fundamental que se le supone en este aspecto?

GM: Sí, sigo pensando que en general hemos evolucionado muchísimo y que la escuela potencia la lectura, ya lo ha asimilado y lo ha integrado en el programa. El problema es qué se recomienda. En general, maestros y profesores de secundaria leen poco, y en ocasiones (soy testigo) no leen siquiera lo que recomiendan ni, lo que es más grave, lo que prescriben. Si lo hicieran, si leyeran con su criterio, encontrarían mucha mayor identidad y comunicación con sus alumnos, y la lectura estaría mucho más integrada en el programa como fuente de curiosidad, contribuyendo así al que debe ser el motor de una enseñanza moderna: el deseo de aprender.

QF: ¿Es obligar a leer una mala idea? ¿debemos dirigir las lecturas de nuestros hijos, o dejar que ellos mismos encuentren sus propias historias?

GM: Siempre lo he tenido claro: depende. Obligar a leer un clásico sin un buen trabajo de base es hacer aborrecer a los clásicos. Obligar a leer, clásico o actual da igual, con ese trabajo de base previo, es una magnífica oportunidad para fomentar el espíritu crítico, para alimentar el pensamiento independiente y libre. No a los exámenes sobre el libro leído, sí al debate, al crecimiento colectivo e individual.

                                                         

QF:¿Cómo podemos fomentar su creatividad?

GM: Del mismo modo, entrando hasta las tripas de una creación (y recursos abundan en la red) para poner al chico ante ese mismo punto, cambiando el sujeto, el tiempo y el paisaje, el entorno. Así encuentran su punto creativo, y los mejores le encuentran gusto, quieren seguir ya por su cuenta.

QF: ¿Qué tipo de lector era Gonzalo Moure de niño? ¿y ahora de adulto?

GM: El mismo (sonrío): caótico. De pequeño leía a veces al mismo tiempo a Mortadelo y a Jack London, Salgari o Guillermo, más tarde el Capitán Trueno y Homero, novela negra y Samuel Beckett… Y así sigo, sin más criterio que el de la emoción. Del descubrimiento, de la pasión por eso que estoy leyendo.

QF: ¿Cuál es el mayor placer que ha vivido como escritor?

GM: Sinceramente, el de escribir en común con niños saharauis de algún club de lectura de los campos de refugiados de Tinduf: llamar con ellos a Federico para que nos inspirara a todos una poesía, y conseguirlo. Ya desde el punto de vista más personal, encontrar lectores que te dicen que hace años un libro tuyo desencadenó en ellos procesos de pensamiento, de toma decisiones, un camino creativo y crítico.

QF: Aunque ya estamos en febrero, un deseo (literario o no) para este 2013...

GM: Que tengamos que cerrar las bibliotecas fijas de los campos de refugiados, cargar con los miles de libros la flotilla de bibliobuses, los Bubisher, y atravesar el muro de la vergüenza y el olvido para acompañar a los niños y jóvenes saharauis hacia su destino, en una tierra libre en la que seguir leyendo en castellano y árabe, seguir escribiendo, seguir construyendo con palabras sinceras su propio futuro.

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